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Si no podés agrandar la torta, hace otras

“Nosotros tenemos claro que hay que seguir con lo que nuestro padre siempre sostuvo, no salirse del negocio y que nunca le falte plata”, responde Daniela cuando, en una entrevista personal le hice alguna de las preguntas que siempre utilizo para abrir el diálogo. 

“La empresa viene creciendo desde hace mucho, pero lo hace a su ritmo; el tema es que cada vez somos más los que queremos vivir cada vez mejor”, reflexiona en voz alta Ulises, mientras conversamos en una interrupción de la reunión familiar que organizaron para presentarme en el inicio del proceso de trabajo con ellos.

Daniela y Ulises son hermanos, y dueños de una empresa industrial alimenticia radicada en la costa del río Uruguay, en la provincia de Entre Ríos. Además, ella es la Gerente General y él, Gerente Industrial. El emprendimiento se inició con sus padres y hoy tiene algo más de cincuenta años. Además de ellos dos, hay otros tres hermanos: Gabriel, Andrea y Jimena que son socios, y cada uno de ellos trabaja en lo suyo.

La generación de primos, sus hijos, son veintidós: cinco de Daniela en sus dos matrimonios, cuatro de Ulises, cuatro de Gabriel en sus dos matrimonios, seis de Andrea y tres de Jimena. De todos, seis trabajan en la empresa en distintos puestos de diferente jerarquía. El mayor de los primos tiene treinta años y la menor seis. 

Las familias empresarias, como cualquier otra, crecen al ritmo que marcan los proyectos de cada uno de sus integrantes y los compañeros de vida elegidos por ellos. Matrimonios, convivencias, separaciones, divorcios, nuevas parejas marcan la incorporación a la familia de nuevos integrantes, los que van naciendo en el transcurso de la historia de la familia originaria y de las constituidas por cada familiar.

Las empresas familiares crecen, se desarrollan, se fortalecen, se debilitan, se achican, algunas mueren, otras vuelven a crecer; siguen el devenir de muchos emprendimientos de acuerdo a las oportunidades y las amenazas que tienen, el modo de aprovecharlas o defenderse, el talento empresario del que disponen los que las conducen y la propensión al riesgo de sus dueños.

El ritmo y la forma en la que evolucionan las empresas y las familias. 

Es distinto y, por supuesto, nunca unas responden a las expectativas y las necesidades de las otras. Lo que sí parece ser una realidad es que las familias empresarias crecen más rápido que sus empresas. Por esta situación, la demanda de recursos financieros a la empresa para sostener los requerimientos de la familia es creciente. La familia necesita cada vez más dinero de la empresa por una simple razón, es cada vez más grande.

Si la empresa no crece, al menos, al mismo ritmo o mayor que al que crece la familia, las generaciones siguientes no podrán mantener el nivel de vida que tienen hoy sus antecesores, si lo que pretenden es que sea la empresa la que financie a la familia. Si la torta no se agranda al mismo ritmo que se suman comensales, el pedazo de torta de cada uno se achicará.

Daniela y Ulises siguieron el credo paterno y reinvirtieron gran parte de lo que fueron ganando en la empresa que hoy tienen, hicieron algunas inversiones financieras para tener recursos de rápida liquidez en caso de ser necesarios, y repartieron utilidades para vivir cómodamente, tanto ellos como los hermanos que no trabajan en la empresa. El desafío de ellos es poder crecer para que este confort de vida lo puedan sostener los veintidós que son parte de la generación siguiente.

Parte de la cultura de las familias empresarias está construida sobre esa base, de que la empresa propiedad de la familia tiene que ser el reaseguro de una buena vida para los familiares, incluso para aquellos que han elegido otros caminos vocacionales. Porque, aunque no trabajen en la empresa, los familiares serán socios, y en su condición esperarán recibir los beneficios que les corresponden. Y aquellos familiares que se ocupan de administrar esa propiedad común, deberán responder por la responsabilidad de generar y repartir esas ganancias. 

Otra pata en la que se apoya la cultura de las familias empresarias es cierto conservadurismo en las estrategias de diversificación de negocios. Los excedentes del negocio original son destinados a inversiones que buscan proteger el patrimonio, no agrandarlo, y la idea de ingresar en negocios nuevos y desconocidos es bastante resistida. Esto es un techo para quienes están en negocios que llegaron a su madurez. 

Daniela y Ulises invirtieron en la ampliación de la fábrica, en desarrollar productos derivados de los que producían, en estar siempre tecnológicamente actualizados, pero con el criterio de tener “todos los huevos en la misma canasta”. Ahora están en una etapa en la que tienen que seguir creciendo y se encuentran ante la necesidad de responder a dos demandas contrapuestas: el del mandato paterno de no moverse del negocio de siempre, y el de las nuevas generaciones que les proponen nuevos negocios. El primer camino ya lo conocen, y saben que tiene un límite que se está acercando. El segundo lo desconocen y les genera un nivel de temor que les va a costar superar. 

Diversificar, entrar en nuevos negocios

Darle lugar a la iniciativa de la generación de primos, tomando todos los recaudos que un buen empresario debe tomar (analizar, evaluar, proyectar, planificar, controlar, corregir) tiene una serie de ventajas:

• Abre una perspectiva temporal extensa al arrancar en la condición de emprendimiento con los recursos, conocimientos y experiencias que los emprendedores de primera vez no tienen. Esto genera más chances de hacer crecer el patrimonio y la riqueza familiar en tiempos más cortos.

• Aprovecha las oportunidades de negocios en desarrollo, sin necesidad de salir de los negocios que ya están maduros o en declinación, reorientando recursos y rejuveneciendo estratégicamente a la familia empresaria, y manteniendo la base sólida tradicional que dio origen a la riqueza familiar.

• Genera más y mejores espacios para que los miembros de las generaciones sucesoras encuentren lugar y atractivo en las empresas de la familia.

• Distribuye los riesgos empresarios en negocios diferentes, bajando el nivel de exposición y ampliando el horizonte de oportunidades.

• Ofrece espacios de satisfacción vocacional a aquellos familiares que hoy no se ven interesados en los negocios de la familia, y retiene potenciales talentos que, de lo contrario, se irían detrás de proyectos personales.

Daniela, Ulises y sus hermanos tienen una empresa que no tiene lugares disponibles, y puede no resultar interesante para los veintidós primos. En esa generación hay vocaciones, talentos y proyectos de negocios que pueden ser tomados por la familia, para desarrollarlos con recursos financieros, los conocimientos y la experiencia que ya tienen. 

Difícil pero no imposible. Un poco menos si se cuenta con ayuda profesional.

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